El dolor por cáncer golpea a más del 80% de los pacientes con cáncer avanzado, pero sólo el 10% accede a cuidados paliativos. El conocimiento ya existe. Lo que falta es garantizar el acceso real, y un compromiso político y social sostenido.
El dolor relacionado con el cáncer sigue siendo una de las formas más urgentes de sufrimiento humano y, al mismo tiempo, una deuda pendiente del sistema de salud argentino. Entre el 20% y el 50% de los pacientes con cáncer experimenta dolor, y aproximadamente el 80% de aquellos en estadios avanzados lo padecen, aunque los tratamientos existen y son eficaces.
“Hoy sabemos cómo aliviarlo, pero los pacientes siguen sin acceder en tiempo y forma a los cuidados que necesitan”, explica la Dra. Florencia Coronel, del Instituto de Investigaciones en Medicina Traslacional (CONICET – Universidad Austral).
Del 22 al 26 de septiembre de 2025, en el marco de la Semana Nacional Contra el Dolor por Cáncer, bajo el lema “El dolor no nos es indiferente”, expertos y organizaciones buscan visibilizar esta realidad. ¿Por qué, pese al conocimiento disponible y los avances realizados, sigue siendo tan frecuente?
Una experiencia que va más allá de lo médico
El dolor por cáncer puede originarse en el crecimiento del tumor, pero también a raíz de los tratamientos (como la quimioterapia, radioterapia, cirugía) o incluso en procedimientos diagnósticos. Puede ser continuo o intermitente, pero casi siempre intenso, debilitante y, lo más grave, evitable.
“Cuando hablamos de dolor, no hablamos solo de un síntoma físico: hablamos de personas que dejan de trabajar, de familias que se desgastan, de pacientes que pierden su ánimo y su vida cotidiana. El dolor afecta al cuerpo, pero también al alma”, enfatiza Coronel.
La falta de control del dolor deteriora la calidad de vida, las relaciones personales, genera ansiedad, depresión, aislamiento y también un impacto económico. Muchas veces, queda silenciado o naturalizado como si fuera parte inevitable de la enfermedad.
Y aunque Argentina cuenta con avances normativos -como la Ley Nacional de Cuidados Paliativos sancionada en 2022 y reglamentada en 2023- el acceso real sigue siendo muy bajo.
Solo 1 de cada 10 pacientes oncológicos que necesita cuidados paliativos accede a ellos, y en enfermedades no oncológicas el número se reduce al 5%.
Las barreras son múltiples: falta de información entre profesionales y pacientes, prejuicios sobre el uso de analgésicos potentes, desigualdad geográfica en la distribución de servicios, escasez de equipos especializados y demoras burocráticas.
Ciencia local para aliviar el sufrimiento
En este escenario, la investigación argentina cobra un rol central. El Grupo de Dolor asociado al Cáncer del Instituto de Investigaciones en Medicina Traslacional (CONICET – Universidad Austral), liderado por Coronel, trabaja en paralelo en estudios experimentales y clínicos.
“Buscamos entender los mecanismos biológicos del dolor, pero también medir su prevalencia en nuestra población y diseñar herramientas concretas para detectarlo y tratarlo mejor”, señala la investigadora.
El equipo desarrolla estrategias para prevenir o atenuar el dolor y crear protocolos que permitan que el alivio llegue antes. “Lo alentador es que cuando los pacientes logran llegar a equipos interdisciplinarios -con oncólogos, especialistas en dolor, psicólogos, enfermeros- el alivio es rápido y significativo”, agrega Coronel.
El dolor por cáncer es tratable. No es algo que “simplemente toca vivir”. Pero su superación exige más que ciencia: requiere decisión social y compromiso político para garantizar que el conocimiento se transforme en acceso real.
“Cada voz importa, cada testimonio. Aliviar el dolor es un derecho humano. No puede depender de dónde uno viva, de cuánto gane o de si tiene o no contactos en el sistema de salud”, concluye Coronel.
La Semana Nacional Contra el Dolor por Cáncer busca dejar en claro que esta realidad no nos es indiferente. Y que no debería serlo para nadie.