«Ser grande en política, no es estar a la altura de la civilización del mundo, sino a la altura de las necesidades de su país» (Esteban Echeverría, «Dogma Socialista»)
Los jóvenes de la generación del 37 constituyeron en la historia argentina el primer movimiento intelectual común que propició una profunda transformación cultural, centrado en la necesidad de construir una identidad nacional, también llamada Generación de Mayo, Generación de 1837, o Generación de los Románticos o de los Proscriptos, pues muchos debieron abandonar su patria por la persecución ideológica.
Introducción
Para entender la Generación del 37 hay que tener en cuenta dos aspectos, uno el surgimiento y esplendor del Romanticismo en Europa y otro la situación política durante el gobierno de Rosas. Respecto al primero lo describiremos como un movimiento de reacción contra la rigidez y el autoritarismo de muchas monarquías europeas. Surgió en Alemania pero luego se extendió hacia otros países, influenciando en la política, el idioma, la literatura, el arte y las costumbres. El Romanticismo se oponía a la Ilustración y al Racionalismo, y se apoyaba en los sentimientos, en la búsqueda de la libertad, en el plano de las emociones.
En cuanto a la situación política en Buenos Aires estaba signado por la dictadura de Rosas, pero esto no impidió que el romanticismo europeo se hiciera presente en las jóvenes generaciones, sobre todo en las manifestaciones literarias y artísticas.
Rosas, representaba para ellos, la oposición a la Revolución de Mayo, ya que creían que su gobierno implicaba volver al sistema colonial. La Revolución de Mayo, significaba para el grupo, la liberación a las restricciones de la colonia, que consideraban un logro, al que no se debía renunciar. La lucha contra Rosas, era solo una consecuencia de la búsqueda de sus ideales, ya que no podía lograrse un gobierno democrático, organizado sobre la base de una constitución, con un dictador en el poder.
Contexto
En mayo de 1832, el Gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, al parecer disgustado por la posición expresada por algunos de sus partidarios, que se oponían a que se le concedieran los poderes extraordinarios que había exigido para continuar en el gobierno, no aceptó ser reelegido y se dirigió al sur, empeñado en la Campaña al Desierto que iba a comandar Facundo Quiroga.
Ante esta situación, el 17 de diciembre de 1832, la Legislatura de Buenos Aires eligió para reemplazarlo al general Juan Ramón Balcarce, pero éste se mostró poco dispuesto a aceptar las directivas que los rosistas, aún enquistados en el poder, querían imponerle..
Esto aumentó aún más el disenso existente entre los federales, enfrentados por la cuestión de los poderes dictatoriales que le habían sido otorgados a Rosas en 1829.
El problema había dividido al partido federal, pues un grupo minoritario, de tendencia moderada, más tarde apodada “lomos negros”, se resistía a que se le concedieran otra vez “facultades extraordinarias” a Rosas, para que se hiciera cargo nuevamente del gobierno de la provincia de Buenos Aires.
A fines de abril de 1833, con motivo del llamado a elecciones para diputados, surgieron dos listas: la propiciada por los “cismáticos”, que eran los federales moderados liderados por Balcarce y los “federales netos”, (los apostólicos), que eran los más duros y fieles seguidores de Rosas.
El triunfo correspondió a los primeros, lo que originó una gran tensión política y la renuncia de algunos diputados federales netos, por lo que a mediados de junio, se realizó un nuevo comicio, a fin de llenar las vacantes producidas, pero otra vez, a causa de los tumultos que se produjeron, el gobierno lo suspendió, cuando los “apostólicos” llevaban ventaja.
Rosas se hallaba en plena “Campaña al Desierto” y era su esposa Encarnación la encargada de manejar los asuntos políticos de su marido y en eso estaba, cuando se produjo “la Revolución de los Restauradores”, obligando a que el 3 de noviembre, la Legislatura dispusiera el relevo del general Balcarce, nombrando en su reemplazo al general Juan José Viamonte, quien ocupó interinamente el gobierno de la provincia de Buenos Aires, el 4 de noviembre de 1833 y no tardó en quedar sometido al control de los rosistas, quienes censuraron su actuación y se aprestaron a la lucha por el poder.
Estos “federales netos”, organizados en pandillas, atemorizaban a los pobladores de Buenos Aires y descargaban sus armas de fuego contra las viviendas de los “cismáticos”, muchos de los cuales, decidieron emigrar, mayoritariamente hacia la Banda Oriental.
A fines de 1833, bajo la inspiración de Encarnación Ezcurra (la esposa de Rosas), con el objeto de organizar los actos de adhesión a Rosas y disuadir cualquier tipo de disenso, fue creada la “Sociedad Popular Restauradora”, conocida como “la mazorca”, porque ésta era su símbolo, ya que el marlo y sus granos, significaban la unión de sus integrantes.
Al principio, la integraron hombres pertenecientes a distintas clases sociales, algunos hasta miembros de distinguidas familias porteñas, pero luego se transformó en una organización terrorista y represiva, cuando empezaron a incorporarse a sus filas, individuos pendencieros y fanáticos.
Cuando Rosas regresó a Buenos Aires, luego de concluida su Campaña al Desierto, habiendo renunciado Viamonte al Gobierno de Buenos Aires, expresando su impotencia para gobernar, en medio de una irresistible presión restauradora (pro rosista), el 27 de junio de 1834, la Legislatura porteña nuevamente nombró gobernador a Rosas, pero éste otra vez rechazó la designación.
Finalmente, tras un paso fugaz de Tomás Manuel de Anchorena, de Nicolás Anchorena y de Manuel Vicente Maza por el gobierno, Rosas aceptó hacerse cargo, si se le reponían las facultades extraordinarias que siempre había impuesto para asumir como Gobernador de la provincia de Buenos Aires y habiéndosele aceptado las condiciones impuestas, el 13 de abril de 1835, asumió por segunda vez el cargo.
La llegada de Rosas nuevamente al poder en 1835 significó un golpe para aquellos hombres que conformaban los grupos ilustrado. Estos habían luchado por los derechos del pueblo y habían querido conducirlo por un atajo hacia una existencia digna y responsable; pero el pueblo había levantado sus propias reivindicaciones y prefirió al hombre que consideraban genuino intérprete de su propia concepción de vida: el plebiscito por el que se ratificaba la concesión de la suma del poder público a Rosas no dejaba lugar a dudas en cuanto a este hecho decisivo para la vida argentina.
La primera reacción en las minorías ilustradas fue un incontenible sentimiento de desprecio por ese pueblo que forjaba sus propias cadenas; pero no fue la única, espíritus más agudos comenzaron a reflexionar sobre su significación apoyados por las doctrinas sociológicas que por entonces se difundían desde Francia, Los hombres de pensamiento descubrieron la existencia de un enigma previo a todo planteo político: el enigma de la realidad social.
Rosas subió al poder entre el desborde de entusiasmo de los “apostólicos” en una ciudad engalanada de rojo. Su inmediata proclama constituyó un programa de acción. A la expresión paternalista que presidió su primera ascensión al poder, se sustituyó el anuncio tonante de la represión del enemigo.: ……La Divina Providencia nos ha puesto en esta terrible situación para probar nuestra virtud y constancia. Persigamos de muerte al impío, al sacrílego, al ladrón, al homicida y sobre todo, al pérfido y traidor que tenga la osadía del burlarse de nuestra buena fe. Que de esta raza de monstruos no quede uno entre nosotros y que su persecución sea tenaz y vigorosa que sirva de terror y de espanto”.
Si la situación local no justificaba tan terribles amenazas, la situación del interior derivada del asesinato de Quiroga hacía temer a Rosas un resurgimiento del caos.
Rosas no esperó complicaciones para afirmarse en el orden local. En mayo de 1835 destituyó a centenares de empleados públicos sospechosos de oposición o frialdad hacia el gobernador, dio de baja a más de un centenar de militares por idéntica causa y mandó a fusilar a varios complotados. El periódico oficial decía irónicamente que había acabado “el tiempo de gambetear”. Y Rosas mismo le anunciaba a Ibarra la nueva consigna: “ está contra nosotros el que no está del todo con nosotros”. No bastaba la adhesión. Era necesario la adhesión total.
Esta exigencia dio origen a la más variadas manifestaciones de obsecuencia política. Banderas, colgajos, imágenes del Restaurador se lucían en casas, salones, adornos, y la divisa punzó era infaltable. Ya en 1836 se registraban entronizaciones en lugares públicos de retratos del general Rosas, anticipo de las “procesiones cívicas” en las cuales el retrato del Gobernador fue paseado con un ritual parecido al del Santo Viático.
Mientras Rosas montaba su aparato represivo, que desde 1839 adoptaría la forma del “terror”, desplegaba su diplomacia con los gobernadores de provincias logrando un aparente bloque político homogéneo, con excepción de Corrientes que continuaba haciendo gala de su independencia. Pero se avecinaban conflictos que demostrarían que la alianza de los gobernadores, que había delegado en Rosas el ejercicio de las relaciones exteriores, no tenían la cohesión esperada.
En cuanto a Europa, esta comenzó en 1830 una década de agitación política y nacionalismo. Residuo de las invasiones napoleónicas, el espíritu nacional tomaba vuelo en todas partes y se rebelaba contra los límites políticos del Antiguo Régimen que todavía subsistían. Aquellos límites respondían sobre todo al principio de legitimidad y los revolucionarios del 30 querían establecer según y en nombre de la nacionalidad. Así lo pretendieron los polacos, sin éxito, y los belgas con la mejor suerte, emancipándose del dominio de los Países Bajos. Mas incipiente, el movimiento se extendió por Italia y Alemania. Otro elemento actuaba como motor de las agitaciones políticas ; el radicalismo ideológico, que venía penetrando desde fines del siglo anterior, encontraba cada vez menos soportable al absolutismo imperante en el continente y adquirió formas revolucionarias entre 1830 y 1834. Su mayor éxito fue la Revolución Francesa de 1830 que arrojó del poder a Carlos X y elevó al trono por la mediación de la burguesía liberal a Luis Felipe de Orleáns, antiguo candidato al cetro del Río de la Plata.
Una corriente democratizante que propugnaba el sufragio universal se expandía por Europa y desde 1832 obtenía pacíficas y progresivas ventajas en Gran Bretaña.
El signo de esta década fue predominantemente político. Sólo entrados ya los años 40, la ola de prosperidad que reina en Europa va a despertar los anhelos de las clases más pobres que han vivido hasta entonces en un estado de tremenda miseria como consecuencia de la Revolución Industrial; hacinamiento urbano, pauperismo, trabajo infantil, etc. Los disturbios, en adelante, especialmente en torno al año 1848, tendrá una tónica marcadamente social.
La Generación de Mayo
¡Ah, Rosas! Nada hiciste por el eterno y santo sublime juramento que Mayo pronunció; por eso vilipendias y lo abominas tanto, y hasta en sus tiernos hijos tu maldición cayó. (José Mármol)
En Buenos Aires, corría el año 1837 y estaba signado por la dictadura de Juan Manuel de Rosas, pero esto no impidió que el romanticismo europeo se hiciera presente en las jóvenes generaciones, sobre todo en las manifestaciones literarias y artísticas, inspiradas primordialmente en la naturaleza.
Estos jóvenes, cuyas edades oscilaban entre los 25 y 30 años, se reunieron en la casa de Miguel Cané, y luego, en la librería de Marcos Sastre. Prosiguieron sus actividades, en junio de 1837, agrupándose bajo el nombre de “Salón Literario”. Junto a Echeverría, Sastre y Cané debatían sobre literatura, arte y política, Juan Bautista Alberdi, Juan María Gutiérrez, Carlos Tejedor y Vicente Fidel López, entre otros. Consideraban a Rosas un producto de la evolución nacional, algo propio del nuevo medio en formación, una etapa ineludible y necesaria para alcanzar realidades mejores. Pero los jóvenes en parte por sus ideas liberales, contrastaron cada vez más con las situaciones y hechos violentos que veían y que no toleraban. Consideraron no aceptable el absolutismo español, y lo vieron proyectado en Rosas, prolongado en odios, luchas, descuido del pueblo y de los intereses de la patria.
El 8 de julio de 1838, Esteban Echeverría creó una sociedad secreta, de carácter político, llamada La Joven Argentina y conocida tradicionalmente como Asociación de Mayo; más tarde surgiría el Dogma Socialista. La vigilancia de Rosas impedía actuar a la asociación, debiendo emigrar la mayoría de sus integrantes. Desde el exilio, crearon filiales en el Interior, como el caso de Tucumán, de actuación decidida contra la dictadura. Cuando Rosas se enteró que los exiliados organizaban en el exterior grupos de resistencia, ordenó a la policía y a la mazorca la vigilancia estricta.
Montevideo, se transformó en el principal lugar de concentración del grupo, hacia donde se trasladó Esteban Echeverría, quien publicó allí, en el periódico “El Iniciador” el 1 de mayo de1839, el Dogma Socialista, que contenía un llamado a los jóvenes, una corta introducción y las Palabras Simbólicas, que se erigieron en el código de pensamiento y acción del movimiento.:
1“Asociación”, que se establecería en una comunidad de iguales, considerándola, como requisito ineludible del progreso, que es, justamente el segundo concepto.; 2“Progreso”, considerando que este había comenzado con la emancipación de España, y debía continuar, ya que es una ley natural, la realización de la esencia, en obras que tiendan a su bien. 3. “Fraternidad”, ideal emulado de la Revolución Francesa como hermandad y pérdida de mezquindades personales. 4. “Igualdad” Para lograr la igualdad se necesita que cada uno conozca sus derechos y sus obligaciones, y que todos se sometan por igual a la ley que se les impone. El reconocimiento social se basará en las obras, que serán apreciadas por su mérito. 5. “Libertad”, con éste, se completan los tres ideales franceses, considerando que consiste en el pleno desarrollo personal, pero sin perjudicar a terceros. 6. “Dios, centro y periferia de nuestra creencia religiosa”, si bien coloca al cristianismo como símbolo de progreso y civilización, propugna la libertad y el respeto para todos los cultos, que no atenten contra el orden social. 7. “El honor y el sacrificio, móvil y norma de nuestra conducta social” Distingue la moral, como propia de la conciencia individual, regulando el accionar de los individuos, del honor que se estructura sobre la base de la conciencia social, entendiendo que no todas las conductas aprobadas por la moral, deben serlo por el honor. 8. “Adopción de todas las glorias legítimas tanto individuales como colectivas de la revolución; menosprecio de toda reputación usurpada e ilegítima”. Considera glorias legítimas las que se lograron con honor, sacrificio y justicia. Destaca como glorias de la nación a las luchas de los patriotas de mayo y de julio. 9. “Continuación de las tradiciones progresivas de la Revolución de mayo”, se consideran a sí mismos herederos del ideario de los revolucionarios de mayo. 10. “Independencia de las tradiciones retrógradas que nos subordinan al antiguo régimen”, cosa que aún consideran un objetivo no logrado, ya que el progreso y la libertad que aspiraba la revolución aún estaba en vías de consecución.
En el plano literario, los escritores románticos de nuestra región integraron la lengua tradicional española con el estilo gauchesco, incorporando el paisaje rioplatense a la literatura y los problemas sociales. Las obras literarias más importantes del Romanticismo Rioplatense:
-La cautiva y El matadero, ambas de Esteban Echeverría; Martín Fierro de José Hernández; Amalia de José Mármol; Facundo de Sarmiento y Juan Moreira de Eduardo Gutiérrez,
En estas obras lo más importante es que su temática gira en torno a los peligros, problemas, aspectos de la realidad local, relatados en un estilo comprensible, con recursos gauchescos, pero que no resulta chocante para la población urbana.
La necesidad de crear una literatura nacional exigía que rompiera el vínculo literario de la antigua metrópoli, y de la creación de una literatura original portadora de conocimiento y de formas de expresión nuevas. Su pensamiento osciló entre dos definiciones de índole intelectual, la de investigar su propia realidad, para descubrir su sentido o para construir elaborando o inventar su identidad. Con un triple rechazo a clásicos, españoles y materialistas que alcanzó mayor participación sobre todo a través de Alberdi y Echeverría entre 1837 y 1839, en donde la conciencia colectiva privó sobre la conciencia individual, planteándose que no solo la igualdad y la libertad siempre deberían ser compatibles, sin que la conquista de uno no fuera posible sin la conquista del otro.
Estos jóvenes lo que más ansiaban era CONSTRUIR UNA NACIÓN, es decir juntar las piezas del rompecabezas, que eran las provincias, y organizarlas bajo un esquema global al estilo de Europa, creando una fuerte identidad nacional. Estaban a favor de la democracia representativa como un objetivo a largo plazo y consideraban a Rosas el atraso y subrayaban en su figura todos los aspectos “tiránicos”. Estaban formados espiritual y científicamente por la enseñanza universitaria o superior, influidos por las ideas liberales e imbuidos del concepto de progreso constante, muy propio del siglo XIX. Pero lo que más los influenció fue el Romanticismo, que les hizo ver que las instituciones y los logros políticos, sociales y económicos eran siempre graduales, producto tanto de la evolución y educación constante, espontánea y dirigida, como de la revolución. Les inculcó además, el concepto de nacionalidad, con las naturales semejanzas entre todos los hombres, eran liberales y progresistas, Estos intelectuales se convertirán en la clase dirigente de nuestro país, luego de Caseros y del derrocamiento de Rosas
Algunos serán políticos con cargos importantes, presidentes, ministros. Otros serán pensadores influyentes a la hora de redactar la Constitución y dar forma a las nuevas instituciones que surgen luego de 1853.
Esta idea de regenerar el país era, ante todo, no volver a caer en los viejos errores. Su punto de partida era claro: ni mera restauración de viejos idearios fracasados, ni exageradas concesiones a la realidad espontánea; la tarea debía ser lograr el triunfo de los ideales del progreso, sobre la base de la transformación previa de la realidad.
Esta fórmula condujo el pensamiento político y social de la Generación del 37 y la encaminó hacia el éxito.
Una vez dueña la nación de su destino se marchará rápidamente hacia su organización constitucional, pero este tema será parte de un nuevo momento histórico posterior a Caseros.
Bibliografía:
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Argentina: pasado y presente en la construcción de la sociedad y el Estado, Felipe R. Duarte Casanueva (Compilador)
Buenos Aires y el país; Luna, Félix.
Breve Historia Contemporánea de la Argentina, Luis Alberto Romero
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Notas sobre Caudillos y Montoneras, Juan José Real
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Vida de Don Juan Manuel de Rosas; Manuel Gálve
Vidas Argentinas,; Amadeo, Octavio R.
Repositorio propio.