Conducir en el sistema de tránsito es un acto social. Nos gusta o no, compartimos el espacio en la vía pública con los que circulan simultáneamente con nosotros, y resulta imprescindible coordinar nuestras acciones con los demás.
Las normas de tránsito están pensadas para ayudar a esa convivencia, pero muchos de los conductores las ignoran. Esto genera tensiones que, para algunos, resultan intolerables.
Algo de esto sucedió el pasado domingo en la tranquila ciudad de Villa Gesell, en la que el conductor de un vehículo particular discutió aireada y sostenidamente durante varios minutos con un motociclista que le siguió la pelea verbal, tras lo cual el conductor del vehículo lo golpeó violentamente para hacerlo caer. Pudo haber sido una tragedia.
Una encuesta de Luchemos por la Vida a conductores de la Ciudad de Buenos Aires acerca de algunos comportamientos agresivos resultó sorprendente al develar que el 53% de los encuestados reconocían que insultaban y gesticulaban cuando otro conductor los molestaba en sus maniobras, un 42% devolvía las agresiones verbales y gestuales que recibían y un 9% de los conductores varones habían llegado a trenzarse en una lucha cuerpo a cuerpo por un problema de tránsito. Estas respuestas muestran varias preguntas:
- La conducción, con su cuota de estrés y tensión, puede desencadenar comportamientos agresivos.
- La agresividad al volante es frecuente y está naturalizada.
- Es necesario ser conscientes del riesgo de responder agresivamente ante alguien que nos molesta.
- Es importante no engancharse en las provocaciones de los conductores agresivos.
- Conducir es una acción compleja que nos involucra psicológica y básicamente.
El tránsito es un sistema que hacemos entre todos, en el que dependemos unos de otros. Pon a prueba nuestra tolerancia a la frustración y nuestro autocontrol, el cual resulta indispensable para evitar tragedias.