El sol pega fuerte en la hora bucólica de la siesta. Paula observa como tratando de poner distancia con su entusiasmo. En un mes, junto a Rubén, han limpiado objeto por objeto, pintaron, acomodaron viejas mesas y sillas, reacondicionaron las antiguas estanterías de madera, lustraron los mostradores, sacaron lo que no servía. Un mes y 10 días les llevó revivir el antiguo almacén de Ramos Generales de su pequeño pueblo, Beguerie, y transformarlo en un nuevo espacio donde la gente pueda descubrir la historia y disfrutar ricos platos de la gastronomía bonaerense.
De alguna manera están volviendo a vivir la gesta de El Rebusque, su alojamiento decorado a mano con mosaicos, que abrió sus puertas hace unos años con mucha suerte de principiantes, aunque ya no lo son y la prueba está en La Yunta, su nuevo desafío.
“No teníamos el dinero, pero acordamos con el dueño original del local y decidimos recuperar de punta a punta el almacén y sus 113 años de historia. Sentimos la necesidad de acompañar el desarrollo del turismo rural en Carlos Beguerie y tomamos la iniciativa de que el Almacén de Campo La Yunta -su actual nombre- sea un lugar de encuentro donde la gente pueda parar, comer algo rico, algo regional y no solamente venir a consumir sino traer termo y mate en mano y experimentar. Es increíble porque afuera estas terminando el año 2025 y, cuando entras, te transportas a 1912. Podes observar la sensación en los rostros de la gente cuando ingresa al lugar y es en ese momento en el cual sentimos que valió la pena tanto trabajo” relata Paula Reina.
El almacén tiene un salón grande con una ochava y grandes estanterías en las paredes donde descansan decenas de objetos antiguos. “Está todo lleno de recuerdos y cosas que marcaron la historia no solamente en Beguerie sino en la República Argentina, con la dicha de que cada cosita pasó por nuestras manos porque la hemos limpiado a pulmón nosotros dos solitos. Fue tanta la repercusión de poder recuperar este lugar que la misma gente nos visita y nos traen antigüedades. De a poco nos hemos ido transformando como en un museo del pueblo, lo armamos entre todos. Lo más lindo es cuando vienen los abuelos con sus nietos y les cuentan cómo compraban las galletitas que se vendían en latas, la harina suelta, el azúcar. También funcionaba acá la ferretería, así que hay como 300 cajoncitos con arandelas, vainillas para las camisas, piezas que están intactas. Es como reforzar la identidad y el arraigo de Beguerie y poder mostrárselo a los turistas que llegan a visitarnos”, agrega con entusiasmo.
Cuando uno llega al pueblo siempre hay un saludo. Todos se disponen a informar sobre lugares para pasear, comprar algo, caminar o, simplemente sentarse a dejar pasar el día de pueblo rural. Otra vida, sin dudas, para aquellos que vienen de la gran ciudad.
“Salís del almacén y tenes de frente el campo abierto. Es intensa la sensación de estar palpitando la naturaleza, la flora y fauna te abrazan a cada momento. Es algo único y una experiencia que mucha gente busca: tranquilidad pura. No somos un pueblo turístico boom, quizás hasta no lo queremos ser. Queremos que la gente venga y descubra al pueblo que no está disfrazado emprendimientos ostentosos para llamar la atención del turismo. Los que invertimos somos de acá, así como nos encuentran el fin de semana somos de lunes a lunes, un lugar tranquilo donde vas a poder experimentar la autenticidad misma. Ese fue nuestro espíritu desde el comienzo con mi marido, Rubén, y hemos tenido la suerte de que la gente nos acompaña siempre”, dice emocionada.
Sobre Carlos Beguerie
Carlos Beguerie es un pueblo con alma, arte y memoria ubicado a dos horas de Buenos Aires, en el corazón del partido de Roque Pérez. De vieja tradición ferroviario y criolla, el lugar tiene también una sorprendente identidad artística entre sus calles de tierra, almacenes de campo y murales que celebran la vida rural.
Suspendido en el tiempo, Carlos Beguerie tiene poco más de 450 habitantes. La jornada invita a adentrarse en los rincones más entrañables del pueblo como el antiguo tanque del Predio de la Estación, transformado con delicadeza y memoria en el museo La Perla del Provincial. Muy cerca de allí, un sendero bordeado de verde guía hasta la huerta comunitaria, un espacio donde la tierra, el trabajo compartido y los ciclos naturales siguen marcando el ritmo. Pero quizás uno de los mayores placeres que ofrece Carlos Beguerie sea sentarse a la mesa en alguno de sus almacenes de campo. En cada uno de ellos, el tiempo se cocina a fuego lento y los sabores narran historias: sabrosísimas empanadas, pastas caseras, asado con aroma a leña, o chuletas a caballo que combinan tradición y sabor. Comer allí no es solo alimentarse, es formar parte —por un rato— de esa calidez que el pueblo ofrece sin reservas.
A solo unos pocos kilómetros de la ciudad cabecera, Carlos Beguerie despliega su propuesta como un secreto bien guardado. Fundado al paso del tren, este rincón del partido de Roque Pérez guarda intacta la esencia de los pueblos que nacen del esfuerzo compartido y del amor por su lugar. Las calles de tierra, las casas bajas y la estación centenaria —testigo silente de otras épocas— configuran una postal detenida en el tiempo.
Conocido como La Perla del Provincial, Carlos Beguerie es un alma colectiva que late con fuerza. En las últimas décadas, la creatividad y el espíritu colaborativo le han devuelto el brillo perdido: muchas de sus viviendas centenarias fueron recuperadas con esmero, convirtiéndose en alojamientos rurales con identidad propia, donde lo rústico convive con lo artístico. La técnica del trencadís, inspirada en el modernismo catalán, se despliega en murales coloridos que celebran la flora, la fauna y las tradiciones locales, transformando paredes en relatos visuales. El pueblo ha sabido abrazar la transformación sin renunciar a su raíz. Así lo demuestran sus plazas intervenidas con arte popular, las luminarias pintadas con aves autóctonas, los juegos artesanales y un mural que rinde homenaje a las Islas Malvinas. Todo se recorre a pie, sin prisa, dejando que el entorno hable.
Entre los sitios imperdibles se destacan la parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, el Museo Ferroviario La Perla, la escultura El Gaucho, la Antigua Casilla Rural y la plaza San Martín. También está la base de campamento La Perla del Provincial, punto de encuentro para actividades educativas y recreativas.




































































