Se cumplen 40 años de la catástrofe que el 10 de noviembre de 1985 sepultó a Villa Epecuén, un pueblo turístico próspero del partido bonaerense de Adolfo Alsina, bajo las aguas hipersalinas del lago homónimo. El desastre, que obligó a la evacuación total de sus 1.500 habitantes estables y 250 comercios, se conmemora hoy como un testimonio de la memoria y las consecuencias de la negligencia humana.
Del Auge Termal al Desastre Anunciado
Fundada en 1921, Villa Epecuén se había convertido en un importante centro turístico, atrayendo hasta 25.000 turistas cada verano. Su fama se debía a las propiedades curativas y la alta salinidad de sus aguas, comparables a las del Mar Muerto.
Sin embargo, a fines de los años 70 y principios de los 80, la laguna comenzó a crecer, obligando a construir una muralla de contención. El riesgo se agravó por la falta de mantenimiento y regulación del Canal Ameghino, una obra hídrica construida en 1975 para inyectar agua del Río Salado, pero que carecía de las compuertas adecuadas.
El Momento Crítico y las Consecuencias Inmediatas
El desenlace fatal llegó en la mañana del 10 de noviembre de 1985. Una fuerte sudestada provocó la rotura del terraplén de contención y el agua salada comenzó a entrar sin control.
- El Éxodo: La evacuación de la población fue masiva y se extendió por unos 15 días. Afortunadamente, no se reportaron víctimas fatales directas por la inundación.
- Pérdidas Totales: El agua continuó subiendo durante años. Para 1986, el pueblo estaba bajo 4 metros de agua, y para 1993, alcanzó su pico máximo con 7 a 10 metros de profundidad.
- La Profanación: Uno de los momentos más dramáticos ocurrió cuando el agua alcanzó el cementerio. La presión y la salinidad hicieron que cientos de ataúdes flotaran y escaparan, causando un profundo dolor y complicando la identificación de restos por años.
El Pueblo que Resurgió de la Sal
Villa Epecuén permaneció sumergida por casi dos décadas. Recién a partir de 2005, la sequía comenzó a revertir el proceso, y las ruinas de los hoteles, casas y el famoso Cristo de Salamone emergieron del agua.
Hoy, la Villa se ha transformado en un atractivo turístico de exploración y memoria histórica. A 40 años de la tragedia, Carhué y los exresidentes utilizan el sobrecogedor paisaje de sal y ruinas como un testimonio de «lo que no debe ocurrir», reclamando que la inundación fue una «negligencia estructural» y que «se podría haber evitado si hubieran hecho las obras prometidas».




































































