Sebastián Barbieri, presidente de la Cooperativa de Trabajo RAEE de Tandil, detalla el proceso de recuperación de desechos electrónicos impulsado por la UNICEN y una ordenanza local, que no solo reduce el impacto ambiental sino que ya donó más de 2000 computadoras para la inclusión.El proyecto, que ahora integra la Federación Chapeulufu, busca educar al consumidor sobre el consumo responsable y enfrentar los desafíos técnicos y regulatorios de la «basura electrónica».
Sebastián compartió en FM Reflejos para «El portal de las Cooperativas» el recorrido, los desafíos y el impacto social y ambiental del proyecto que hoy integra también la Federación Chapeulufu.
A partir de un proyecto financiado por la Secretaría de Políticas Universitarias y articulado con la Universidad Nacional del Centro (UNICEN), la cooperativa inició un proceso de recuperación de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE). En 2022 impulsaron la Ordenanza 17.899, que establece un marco regulatorio para el tratamiento diferenciado de estos residuos. Entre otros puntos, la norma prohíbe que empresas e instituciones los eliminen como residuos sólidos urbanos, obligándolas a entregarlos en puntos habilitados y con certificado de gestión.
Barbieri se presenta como “docente, no docente, investigador, cooperativista, extensionista y de todo”, además de ingeniero en sistemas. Su interés por la educación lo llevó, junto a un grupo de investigadores, a trabajar con chicos con discapacidad para promover la inclusión social a través de la tecnología. “Empezamos a recuperar computadoras que se descartaban. Gracias a ese proyecto, empezamos a recuperar cada vez más y nos topamos con el problema de la basura electrónica y decidimos empezar a trabajarlo de manera regional”, recuerda.
El impacto del trabajo es concreto: “Ya llevamos donadas más de 2000 computadoras en diferentes espacios. Creamos el primer espacio de inclusión para gente no vidente de la Provincia”, destaca.
Actualmente, la cooperativa cuenta con un “Punto Limpio” donde la comunidad puede dejar sus desechos electrónicos. Barbieri explica la complejidad del proceso: “Es muy complejo, se necesitan capacidades técnicas y en el proceso se generan residuos especiales muy contaminantes para el trabajador y para la sociedad”. La universidad también participa en el tratamiento de residuos pasivos, como los plásticos de los aparatos electrónicos, que son difíciles de reciclar. “Generamos un proyecto de investigación aplicada donde ese plástico se puede agregar a pastas cementicias”, ejemplifica.
El objetivo principal es la refuncionalización: “Es el destino más sostenible, darle una segunda vida. Además, es el que más beneficios trae para la cooperativa”. Lo que no puede reutilizarse va a plantas de reciclado y, en última instancia, al relleno sanitario, “que es lo mínimo”.
Barbieri también pone el foco en la educación del consumidor:
“Queremos educar al consumidor en un consumo responsable. Gran parte de mi trabajo lo mueve mi compromiso ambiental, pero mucha gente no le puede interesar el ambiente, pero tiene que entender que estamos financiando la ganancia de las empresas. Porque el Estado mismo después tiene una sobrecarga ambiental y económica, y el Estado somos todos”.
De cara al año próximo, anticipa que trabajarán con el Municipio para fortalecer la implementación de la ordenanza que regula el manejo responsable de los desechos electrónicos, que incluye multas y sanciones, aunque reconoce que “no se pone en práctica en lo real”.
La cooperativa funciona con un equipo de casi 20 personas entre pasantes y becarios, trabajando de lunes a sábado de 8 a 14 hs.




































































