El kirchnerismo, a través de Wado de Pedro como ministro del Interior en 2022, impulsó el convenio con Mekorot, empresa estatal israelí especializada en gestión del agua, para asesorar en la planificación hídrica argentina.
La decisión se presentó como parte de una política de “modernización” y cooperación internacional, pero abre un debate profundo: ¿qué implica delegar el diseño de nuestra política hídrica a una firma extranjera con antecedentes cuestionados en materia de derechos humanos y soberanía?
El desembarco de Mekorot en Argentina coincide con la expansión de la minería y el agronegocio, dos sectores que demandan volúmenes de agua cada vez más descomunales. Diversos críticos sostienen que la empresa podría facilitar un modelo de gestión hídrica subordinado a intereses externos, donde el agua se administra según la rentabilidad de esos sectores y no en función de las necesidades de los pueblos. En provincias como Jujuy, Mendoza y San Juan, donde la minería avanza sobre territorios frágiles, la presencia de Mekorot se interpreta como un engranaje más del extractivismo.
El agua es hoy un recurso geopolítico clave del S. XXI. Su escasez -muchas veces agravada por la disminución de nevadas- y su valor estratégico la convierten en un bien tan disputado como el petróleo en el siglo pasado. En ese marco, la participación de una empresa extranjera en la planificación hídrica nacional solo puede interpretarse como una pérdida de soberanía. No se trata únicamente de tecnología o asesoramiento: se trata de quién define las prioridades, quién controla los flujos y quién decide sobre el futuro de un recurso vital como el agua potable.
La responsabilidad política del kirchnerismo en el ingreso de Mekorot a la Argentina no puede analizarse en abstracto. Se inscribe en una lógica de coloniaje vigente, donde las decisiones estratégicas se subordinan a acuerdos internacionales. Así, mientras se proclama un discurso de soberanía, se habilita el desembarco de una empresa denunciada por prácticas de “apartheid hídrico” en Palestina.
La discusión sobre Mekorot no es técnica, es política. Si el agua queda bajo administración de intereses externos, la gobernabilidad se debilita y los pueblos se empobrecen. Sin una estrategia productiva y manufacturera propia, Argentina posterga toda idea de desarrollo. Y resulta difícil creer que Nación y provincias compartan esta planificación sin un acuerdo previo o sin aceptar, tácitamente, el régimen colonialista.
Luis Gotte
La trinchera bonaerense






























































