Una investigadora de Grecia relevó las tendencias globales y elaboró una propuesta para mejorar la detección y control de patologías no transmisibles<

La investigación se basó en datos de estudios previos sobre enfermedades crónicas en animales. Identificó que “los factores genéticos predisponen a ciertas poblaciones animales a un mayor riesgo de enfermedades no transmisibles”, según explicó la científica.
En este sentido, los perros y gatos criados selectivamente por su apariencia, así como el ganado optimizado genéticamente para la productividad, presentan tasas elevadas de diabetes y enfermedades de la válvula mitral.
El entorno y los hábitos de vida también desempeñan un papel determinante. Mataragka detalló que “las exposiciones ambientales, los desequilibrios nutricionales, el comportamiento sedentario y el estrés crónico influyen en la aparición y progresión de enfermedades en distintas especies”.
Salud animal en riesgo

Ejemplos concretos incluyen la obesidad en gatos, el cáncer gastrointestinal en ballenas beluga, la osteoartritis en vacas y cerdos, y el síndrome de miocardiopatía en salmones atlánticos de criadero.
Las cifras son contundentes: las encuestas recientes documentan que entre el 50 y el 60% de los gatos y perros domésticos tienen sobrepeso, lo que impulsa un aumento anual de la diabetes felina.
Además, la osteoartritis afecta a cerca del 20% de los cerdos criados de forma intensiva, mientras que la fauna silvestre expuesta a contaminantes industriales en estuarios presenta tasas de tumores hepáticos del 15 al 25%.

El estudio destacó que los cambios ecológicos impulsados por el ser humano, como la urbanización, las alteraciones climáticas, la conversión de tierras y la pérdida de biodiversidad, intensificaron la exposición a factores nocivos.
Mataragka señaló también que “el calentamiento de los océanos y la degradación de los corales se han vinculado a una mayor prevalencia de tumores en tortugas marinas y peces, mientras que la urbanización y el estrés térmico contribuyen al aumento de la obesidad y la diabetes en animales de compañía”.
Además, la contaminación atmosférica urbana y el escurrimiento químico se asocian con trastornos endocrinos e inmunológicos en aves y mamíferos.

La falta de sistemas de diagnóstico precoz agrava el problema. “A medida que los cambios ambientales aceleran la aparición de enfermedades, la ausencia de sistemas de diagnóstico temprano retrasa aún más la detección de enfermedades no transmisibles en animales”, advirtió Mataragka.
Mientras organismos como la Organización Mundial de la Salud ofrecen datos exhaustivos sobre la mortalidad por enfermedades crónicas en humanos, “estadísticas similares y detalladas para animales son escasas. Esto indica la necesidad de una investigación más completa y una vigilancia reforzada en salud veterinaria para comprender y abordar mejor estos problemas”, subrayó la investigadora.
Una estrategia de control diferente

El modelo conceptual presentado por Mataragka integra los enfoques “Una salud” y “Ecosalud”, que reconocen la interconexión entre humanos, animales y ambiente, pero que suelen operar de manera paralela.
Su propuesta ilustra cómo las enfermedades crónicas surgen de la interacción entre la susceptibilidad biológica y las fuerzas socioecológicas, incluidas las exposiciones ambientales y los cambios impulsados por el ser humano en los ecosistemas.
Mataragka expresó en su artículo en Risk Analysis su expectativa de que “su modelo interdisciplinario conduzca a una vigilancia más integrada de animales, humanos y entornos, al revelar los factores de riesgo compartidos y al aportar alertas tempranas para reducir la incidencia de estas enfermedades”.
Fuente Infobae





























































