Se triplican las compras online desde el exterior, sobre todo de las marcas chinas de precios ultrabajos. También aumenta la importación por parte de fabricantes locales. El Gobierno abre las puertas, mientras EEUU., Europa, Brasil y México se cierran para proteger el trabajo, el medio ambiente y la salud de los consumidores.
Siete de cada diez prendas consumidas en el país son extranjeras. Las importaciones llegan por tres vías: las que hacen empresas – incluso las marcas nacionales-, que traen cada vez más ropa del exterior; las que adquieren los turistas que salen del país; y las que compran por comercio electrónico y llegan vía courier a sus puertas. Así es que las importaciones corporativas aumentaron 125% en los primeros cinco meses del año, unos US$264 millones, según datos de la Aduana. Pero ese valor se multiplica por cuatro o cinco cuando lo paga el consumidor final, con lo que llega a US$1.056 millones o 1.320 millones, según el economista Gustavo Ludmer, profesor de universidades como San Martín y San Andrés, y asesor de la Cámara de Indumentaria.

Las compras de ropa de turistas argentinos en el exterior creció a un ritmo un poco mayor aún, más que duplicándose: un 136%, a US$1.572 millones, según información del Banco Central. Y lo que explotó son los envíos por correo, que se triplicaron, al alcanzar un alza del 211%, unos US$242 millones, según datos de Aduana. De ese total, la mitad se estima que es ropa, según Ludmer. Es decir, unos US$121 millones.
Es una proporción menor respecto de las demás vías de importación, pero se incrementan más rápido. Además, por cada dólar llegan más prendas por los precios ultrabajos de Shein y Temu, según advierte el presidente de la Cámara de Indumentaria, Claudio Descher. Tardan 20 días en llegar, incluso 30, pero el envío es gratis y se puede devolver el producto sin cargo. Temu ya trae 300.000 paquetes de todo tipo (incluye juguetes, herramientas o electrónica) por mes a la Argentina. Ya no es un “deme dos”, como en el boom importador de los 70, sino un “deme tres” o más.
Adidas fabricaba todas las camisetas de Boca y River en la Argentina, pero este año comenzó a importar una porción de Brasil como respuesta a la liberalización de importaciones del Gobierno. Todavía una mayoría de las casacas azul y oro y de la banda roja se elabora localmente. Pero a la empresa alemana le sucede lo que a la mayoría de los fabricantes locales: se combina una recesión del consumo masivo, altos costos locales –en el primer semestre el peso alcanzó su máxima sobrevaluación en diez años y ahora está un poco más depreciado pero menos que antes de la devaluación de Mauricio Macri de 2018–, una rebaja de aranceles a la importación del 35% al 20% y la liberación de impuestos a la importación de particulares puerta a puerta por hasta US$400 anuales.
La camiseta de San Lorenzo también se fabrica afuera: la encarga la empresa local Atomik en China. En la industria advierten que también algunas partidas llegan desde Ucrania, pese a los bombardeos que sufre desde Rusia. Un tercio de los trabajadores de la industria local está en blanco y dos tercios, en la informalidad. Del 30% registrado se perdió el 10% del empleo, unos 10.000 puestos, según Drescher.

Marcas como Vitamina y Uma cerraron. Pequeños talleres de costura se desarman. Proveedores como la hilandera TN&Platex suspendió a 80 empleados en su planta de Catamarca. La producción está 20% por debajo de 2024 y 40% inferior a 2023, según la cámara local. Los que más sufren son los trabajadores porque casi todos los empresarios se convierten en importadores, al menos para cubrir parte de la demanda. Aunque a estos últimos, no sólo industriales sino comerciantes, también les pega las compras externas de turistas y particulares por comercio electrónico vía Shein, Temu o las otras chinas Aliexpress o Hacoo, especialista en marcas falsificadas.
Shein ha logrado conquistar antes mercados como EE.UU. no sólo por el precio ultrabajo –fabrican barato en China, India, Turquía o Brasil– sino por sus nuevos diseños atractivos y propios, con cambios rápidos de modelos. Con series pequeñas de producción para adaptarse mejor al mercado, con ventas online y entregas rápidas, según Mario Quinteros, excónsul argentino en China, que vive entre ese país e Italia, y encabeza la firma Yi Consulting. Su impacto derivó en el cierre de la marca estadounidense Forever 21, mientras la española Zara anunció que baja las persianas de 136 tiendas en el mundo y la sueca H&M hace lo propio con las 28 que tenía en España. Quinteros agrega que copia el modelo de la marca sueca de muebles Ikea, entre buen gusto, bajo precio y producción en diversos países, al mejor postor. Varios de sus fabricantes antes abastecían a las grandes empresas norteamericanas y europeas.
Drescher advierte que la producción a escala china de Shein es un fenómeno que preocupa por su impacto ambiental. “Es ropa muy descartable, con emisiones masivas de dióxido de carbono, dependencia de materiales sintéticos y microplásticos, contaminación del agua y químicos tóxicos”, alerta. También hay efectos en la pérdida de divisas que supone para la Argentina y por el impacto en el empleo local. Su cámara está hablando con senadores del PRO y el peronismo para impulsar una ley anti-Shein como la que se votó este año en Francia. Es decir, su beneficio en precio para el consumidor tiene diversos impactos negativos, además de estimular el consumo compulsivo en adolescentes y adultos.
Las marcas chinas buscaron descargar los saldos no vendidos a EE.UU. en otras regiones, como América Latina y Europa. En Brasil y México ya le habían puesto aranceles meses antes. El gobierno de Claudia Sheinbaum le impuso un 19% y el de Luiz Inácio Lula Da Silva, 20% a las compras menores de US$50. Este tipo de transacciones cayeron tras el impuesto del 30% en Brasil.
Shein reaccionó elevando su fabricación en territorio brasileño: allí produce el 85% de las prendas que vende en este mercado. Así, ya copó el 60% de las ventas y abre tiendas físicas temporarias, o pop-ups, en diversas ciudades.
La ley francesa anti-Shein creó un sistema de puntuación ecológica que evalúa el impacto medioambiental de los productos vendidos por las empresas de moda rápida. Incluye las emisiones generadas, el uso de materias primas y su reciclabilidad. Las prendas pueden ser gravadas con un impuesto de hasta 5 euros. El gravamen aumentará paulatinamente hasta 10 euros en 2030. El tributo no podrá superar el 50% del precio de venta al público. La norma también incluye la prohibición de la publicidad de estas marcas de moda y sanciones para los influencers que las suelen promover en internet.
El Parlamento Europeo votó un arancel de 2 euros sobre los productos adquiridos a través de plataformas en línea de bajo costo. Además, la Comisión Europea advirtió que algunos productos de Shein son peligrosos para la salud: chupetes con piezas chicas que pueden asfixiar, impermeables infantiles con químicos tóxicos, anteojos de sol sin protección contra los rayos ultravioleta o cosméticos con sustancias prohibidas. Barreras paraarancelarias, de esas de las que se mofa el ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, pero que suelen poner casi todos los países del mundo para defender a sus consumidores y a sus productores, al mismo tiempo. Por ahora, en Argentina, el efecto Shein se siente en el aumento de las importaciones, incluidas las camisetas de Boca y River.
AR/MC – Alejandro Rebossio